Ksar Bicha – Campamento Bouyerd.
Luego del
recorrido desde Errachidia, hasta el Kasar Bicha, me esperaba una bienvenida fantástica,
junto a la piscina, con una bandeja para picar algo de todo y el infaltable té.
Sobre las 14 y
30, en la misma mesa, frente a la piscina me sirven la comida, ensalada, Tajín,
botella de agua y frutas de postre.
Sobre las cinco de la tarde, llega el momento de los preparativos para, cruzar el desierto y retroceder en el tiempo.
Partimos del Ksar, cuando el sol está alto y las
dunas, a lo lejos, tienen unas tonalidades amarillas.
Said, será mi guía y lo hacemos con un dromedario que me espera cargado a las afueras de los muros.
Despidiéndome de Hammid |
Said sigue las huellas redondas, de otros dromedarios que ya abrieron camino.
Hacemos una parada junto a un grupo, que descansa del primer esfuerzo.
Desde aquí intento subir a la imponente duna delante nuestro, y desde aquí puedo apreciar un atardecer único, subir se hace bastante difícil, y a medida que me acerco a la cima, el ascenso es cada vez más duro, pero finalmente llego. Permanezco sentado y con el pecho agitado por el esfuerzo, con las manos calientes por la arena, y desde aquí viendo como el tiempo se detiene, mientras el sol desaparece en el horizonte.
Otro que realiza lo mismo y en solitario también. |
Mientras se funde con el horizonte, llena las dunas de colores, y sus rayos van acentuando las forma.
Frente a mí, seis haimas,
mitad a derecha y mitad a izquierda, (carpas típicas de los nómadas) una
de ellas será mi dormitorio por las dos noches siguientes.
Las haimas hechas
con cañas y recubiertas en su interior con telas y tapices de colores, todas
con patrones diferentes que las propias mujeres bereberes diseñan.
Todas las haimas
tienen agua y electricidad, las hay de diferentes tamaños y precios, la más
económica cuenta con espacio suficiente para una cama de dos plazas, muy grande
y un baño con wáter, pila y ducha.
Las haimas forman
un semicírculo con el comedor en el centro, y accesos mediante caminos de
alfombras, tienen mesas, hechas de madera con tapices encima, y sillas, al
sentamos a comer, lo primero que se sirve es té, con una tetera de acero
inoxidable, en vasos pequeños de vidrio y con ribetes dorados y diferentes
tonalidades.
Aprovecho los últimos minutos de sol, esos en los que las dunas cambian de color entre amarillo, naranja y rojo en pocos instantes, para sacar fotos y mirar el atardecer en la inmensidad del desierto.
A esta hora, por
la posición del sol, el desierto se parece a una gran sábana arrugada,
llena de pliegues y claroscuros, aquí sientes que estás en medio de uno de los
paisajes más surrealistas de este planeta.
Cuando llega la
noche profunda, repetimos el ritual; beber “whisky bereber”, el té.
Luego la cena, una ensalada, tajine de pollo y verduras, que comparto en mesa con dos españolas, María José y Davinia, madre e hija de Valladolid que viajan juntas, (nunca más he sabido de ellas).
Acabada la larga cena, entrada la noche profunda, los trabajadores del campamento junto con los guías encienden una fogata e invitan a acercarse al calor del fuego, tocando sus tambores.
Formados en
ronda, para disfrutar la noche escuchamos música berebere interpretada con sus
particulares tambores y castañuelas.
Ante mi curiosidad, los músicos me explican algo sobre el tbila,
Y la sorpresa de
la noche fue al presentarse con una torta para celebrar el aniversario de María
José, todo un acontecimiento que se encargaron de hacer para felicidad de la
agasajada.
Luego tumbado
boca arriba en un colchón, a la intemperie, miro “La gran pantalla de
televisión bereber”: llena de estrellas.
El cielo nocturno
del desierto es envolvente, pensamos generalmente, que estamos bajo el cielo,
y él allá arriba, pero no, todo el horizonte está lleno de estrellas,
diciéndonos también que nos rodea, como una gran cúpula planetaria que cubre toda la
inmensidad.
Nunca me sentí
tan insignificante, como en este colchón en medio de la arena, mientras observo
las miles y miles de estrellas sobre mi cabeza, y siento por primera vez que estoy
mirando, cara a cara, al universo.
Esas estrellas,
las fugaces, las rojas, las muy brillantes, las más débiles, las que dibujan
formas, todas ellas, parecen decirnos: “Mira bien, pues hay mucho más, el universo
no se acaba en la Tierra”.
El silencio es
tan profundo que me parece haber quedado sordo.
Finalmente, el
frío del desierto comienza a sentirse y tengo que refugiarme en mi haima, por
la noche la temperatura baja hasta los 8º e intento refugiarme en la cama,
limpia y cuidadosamente preparada.
En el desierto los relojes y los calendarios se detienen, son las 0:45.
J'apprécierais grandement vos commentaires, pour comprendre que je peux continuer à poster des morceaux. Merci.
Ich würde mich sehr über Ihre Kommentare freuen, damit ich verstehen kann, dass ich weiterhin Titel veröffentlichen kann. Danke schön.
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